Craes, Centro de artes escénicas y visuales de La Rinconada, celebra el día internacional de la Danza con una jornada de Danza Comunitaria como método de investigación de venideras actividades a desarrollar, impartida por Alba Garrido.
Dentro del marco del Día Internacional de La Danza, y cargo de la Bailaora y componente de Danza´Gatas, Alba Garrido, quién además lidera el proyecto Idilio Escénico, formada por usuarios de la Residencia San Sebastián, de Cantillana (Sevilla).
Los socios de Craes© Rinconda, asistieron el pasado día 26 de Abril a un acto de Danza Comunitaria con el objetivo de festejar el Día Internacional de la Danza, así como de leer el manifiesto que este año ha sido redactado por La bailarina, coreógrafa y docente egipcia Karima Mansour ha sido la responsable de escribir el manifiesto de este año y traducido por Arantxa Azurmendi.
Cada año la comunidad internacional celebra en torno al 29 de Abril en comunidad la Danza, con el objetivo de fomentar la participación y la educación de la danza a través de eventos y festivales celebrados durante esta fecha. La UNESCO reconoce formalmente al ITI y al Comité de Internacional de la danza como los creadores y organizadores de este evento, quienes a su vez en la pasada edición del Día Mundial de Teatro, reconocieron las actividades de Craes© Rinconada en torno a la celebración de estas efemérides.
Además desde el Centro de artes escénicas y visuales de La Rinconada, y en este acto de Danza Comunitaria, se abrió el camino para articular y desarrollar un protocolo de intenciones sobre la Danza, en un amplio espectro, desde la visualización de la disciplina y su corporeidad en nuestra sociedad en general y, en concreto, en nuestro municipio, así como de otros valores que la misma posee para poner estos en servicio de la comunidad.
Os dejamos así el mensaje de Karima Mansour para todos y todas podáis leerlo, un mensaje que desprende enorme calidad humana y sintetiza de manera eficaz la reivindicación por este arte.
“En el principio hubo el movimiento… y desde el inicio de los tiempos, la danza ha sido un medio poderoso de expresión y celebración. Desde su aparición en los murales de los faraones egipcios hasta el presente, ha inspirado a los creadores de danza. La danza se usó para evocar a los muchos dioses y diosas de la danza, que simbolizaban significados y conceptos como el equilibrio, que se vincula con la justicia, la musicalidad, el tono, la conciencia individual y cósmica, etcétera.
Una vez leí que: “Se creía que, en tiempos de los faraones, la danza servía para elevar el espíritu del bailarín y de la audiencia de espectadores o de los participantes. La música y la danza alentaban los impulsos más elevados de la condición humana al mismo tiempo que consolaban a la gente de las decepciones y de las pérdidas de sus vidas”.
Todos nosotros hablamos el lenguaje del movimiento. El movimiento es un lenguaje universal que nos pertenece a todos siempre que estemos dispuestos a aguzar nuestros sentidos y a escuchar. Es preciso escuchar, escuchar sin interferencias, escuchar sin juzgar, escuchar en silencio y permitiendo que el movimiento recorra el cuerpo en cada momento, porque tanto nuestro interior como todo lo que nos rodea está en movimiento, en movimiento constante. Entonces es cuando el cuerpo no miente, porque está escuchando su verdad y la está expresando.
Al escuchar el latido de nuestro corazón, podemos bailar la danza de la vida, que requiere movimiento, agilidad y adaptabilidad, una coreografía en constante variación.
En esta época en la que la conexión y la conectividad han adquirido nuevos significados y estamos en el punto más bajo de nuestra capacidad de conexión… La danza sigue siendo el acto al que más recurrimos para ayudarnos a restablecer esa conexión perdida. La danza nos devuelve a nuestras raíces, tanto en un sentido cultural, como en el sentido sensorial, personal e individual más inmediato, hasta alcanzar el núcleo y el corazón, al tiempo que nos capacita como animales sociales.
Porque solo cuando nos conectamos con nosotros mismos, cuando escuchamos nuestro ritmo interior, podemos conectar verdaderamente con otros y comunicarnos.
La danza es el lugar donde la cultura se comparte y las fronteras se derrumban en el espacio de la inclusión y la unidad, a través del lenguaje tácito de la universalidad.
El cuerpo es un instrumento de expresión, el vehículo de nuestra voz, nuestros pensamientos, sentimientos, historia, de nuestro ser y existencia, de nuestro anhelo de expresar y conectar, que se manifiesta por medio del movimiento.
La danza es un espacio que nos permite conectar con nuestra verdad; por eso, necesita un espacio tranquilo. La danza nos permite conectarnos y sentirnos plenos, y solo en ese sentimiento podemos encontrar la paz, y con la paz llega el silencio y gracias a él, podemos oír, escuchar, hablar y a través de la quietud, aprendemos a bailar nuestras verdades y es entonces cuando la danza se vuelve pertinente.
En el movimiento y en la danza, nos podemos mover de la vertical a la horizontal, de arriba a abajo, y viceversa. El movimiento y la danza pueden crear el caos, reorganizarlo o no. Ahí es donde somos capaces de crear nuestras propias realidades y los momentos fugaces y efímeros, uno tras otro. Momentos que nos pueden conmover y permanecer en nuestros recuerdos para inspirarnos y cambiarnos para toda la vida. Ése es el auténtico poder de la verdadera expresión y, por lo tanto, el poder de la danza.
La danza es sanadora. La danza es donde la humanidad puede encontrarse.
Invito a la gente a ir más allá de las fronteras, más allá de la crisis de identidad, más allá del nacionalismo y más allá de las definiciones. Liberémonos de esas limitaciones y encontremos el movimiento y el impulso en ese lenguaje universal. Invito a todos a bailar al ritmo de su corazón, de su verdad interna, porque son esos movimientos internos los que conducen a las revoluciones internas, donde el cambio real tiene lugar”.
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