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"...adopta un tio"

Actualizado: 24 sept 2018


Es la segunda edición de ‘La Hacienda Encantada’, un programa que desarrolla el área de Cultura del Ayuntamiento de La Rinconada donde, como ya ocurrió el año pasado, se apertura con un proyecto del Centro de artes escénicas y visuales de La Rinconada, este año en concreto recibió el testigo Teatro el Abrevadero con su montaje “Picnic” del autor Fernando Arrabal.

Siendo tal vez una de las noches más calurosas del toda la quincena, que ha durado la programación, los de Abrevadero, colgaron el cartel de no hay más localidades, con un público que se mostró satisfecho con la historia antibelicista que tiene como protagonistas a los Tepán, con una gran carga de humor que entra directa para sorprender con su final desesperado.

El programa se apertura por la Vicepresidenta del Centro de artes escénicas y visuales de La Rinconada, Dª Rosa Gata Martínez quien aprovechando la ocasión agradeció la ayuda y respaldo, que viene ofreciendo el Consistorio al proyecto de Craes©, Centro de artes escénicas y visuales de La Rinconada, no solo por la incorporación dentro este programa concreto, sino por la gran participación, promoción y colaboración en el programa Hazlo posible que se desarrolló dentro Caravan Next, un proyecto europeo a gran escala de teatro social comunitario y que tuvo parada en La Rinconada el pasado mes de Abril.


Aparte, cumpliéndose este año el 75 aniversario del fallecimiento del Poeta Miguel Hernández, quiso el Centro de artes escénicas y visuales de La Rinconada rendir homenaje a escritor, casi como un “deber”, tal y como enunciaba Albertí. La lectura fue realizada por nuestra Delegada de Cultura y Memoria Histórica Dª Raquel Vega Coca, quien manifestó además su compromiso personal con esta efeméride.

Este proyecto ha doblado su presupuesto con respecto a la primera edición y se ha consolidado como una de las propuestas culturales más emblemáticas del área metropolitana. “Una programación diferente a la que se puede encontrar en los teatros, creada en función del espacio y que busca aportar y abrir el imaginario colectivo hacia la cultura en sus muy diversas facetas”, señala Vega.

Un programa que se desarrolla a través de fondos propios del Consistorio, que en esta edición ha doblado su presupuesto, así como con la colaboración de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y Diputación de Sevilla.

Además Fernando Arrablal autor de la obra Picnic hizó eco en su cuenta twitter y en su blog laregledujeu.org donde dice: “« Pic-nic » de Fernando Arrabal en el teatro Abrevadero de La Hacienda Encantada (La Rinconada). Con la Cultura del Ayuntamiento se programa la segunda edición en un escenario mágico; la Hacienda de Santa Cruz”.

Enlaces a los perfiles del autor:

Finalmente dejamos el texto homenaje al poeta Miguel Hernández construido a partir de diversas fuentes por el Centro de artes escénicas y visuales de La Rinconada en el 75 aniversario de su muerte:

“Adiós, hermanos, camaradas y amigos. Despedirme del sol y de los trigos”

(Miguel Hernández).

AL POETA QUE NO CERRÓ LOS OJOS “Tristes Guerras”.

Cada noche, cuando pensaba que todos dormían, encendía la luz de su habitación, en su afán devorador de libros, pero su padre interceptaba al pequeño Miguel, y le reprendía, su destino no estaba en los libros, el tenía que ser pastor. Miguel era incansable y por eso, si salía con su rebaño a pastorear, lo hacía siempre con sus armas en las manos, una libreta en una y un lápiz en la otra.

La vida de Miguel Hernández, del que este año se celebra el 75 aniversario de su muerte, ha sido descrita por su ambigüedad, estuvo marcada por los clásicos Luis de Góngora, Lope de Vega, Cervantes… que le llenaron la cabeza y por su tierra, la inspiración perfecta para sus poemas.

“Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!".

Glosaba Pablo Neruda al poeta de Nanas de la cebolla de manera premonitoria, con la certeza de saber que en este país, donde pocas veces gana terreno la tercera España que escribiera Chaves Nogales, la condición política de un autor ensombrece la altura de su obra.

La obra de Miguel Hernández (Orihuela, 1910-Alicante, 1942) fue conectada con nuestra tierra Andaluza, la tierra a la que "vuelve y donde escribió los más hermosos poemas que tiene", en palabras de Lucía Izquierdo, nuera del poeta alicantino.

Desde su llegada en febrero de 1937 a tierras de Jaén, como comisario de cultura del periódico Altavoz del Frente Sur donde ejercerá de corresponsal de la Guerra Civil, pública en distintos diarios algunos de los versos que dan la medida del compromiso y la talla humana del poeta. Jornaleros, El niño yuntero, Las manos, Compañera de nuestros días, Las luchas y la vida del campesino andaluz, Andaluzas, Al soldado internacional caído en España, La rendición de la Cabeza son algunas de las creaciones universales que han evocado, desde las artes, cantantes, bailarines y escritores. Pero es, sobre todo, Aceituneros de Jaén.

“Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos?

No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor.”

De haber nacido junto al Mississipi no se habría encarnado en un tahúr ni en un terrateniente, habría trabajado de sol a sol y cantaría blues y espirituales negros. Fue la amistad un elemento exaltado por muchos de sus compañeros de generación, y su otro rasgo característico de Miguel: su familia. Es un hombre quien nos habla de su mujer, de su amor: "He poblado tu vientre de amor y sementera..."; "Menos tu vientre todo es confuso...", así fue: de su hijo, de la amistad, del dolor, del orgullo, de no doblegarse ante las injusticias.

Josefina Manresa, su mujer, nacida en Jaén, decía en una entrevista que nunca escribía en casa, que siempre lo hacía en el campo o en la sierra. Era pastor —el oficio de los dioses paganos y los héroes bíblicos, le diría en una carta Miguel a Juan Ramón—, acostumbrado a las soledades y al contacto íntimo con la naturaleza. Su poesía está plagada de imágenes animales y vegetales, pero sobre todo telúricas: metáforas de tierra, polvo y piedras; fenómenos atmosféricos; y también huesos, que son la parte más recóndita y mineral de los seres humanos.

“¡Ay, hija, Josefina, que desgraciada eres!”, según su compañero de prisión, sus últimas palabras, en una cárcel franquista, enfermo de tuberculosis, moría el poeta, pensando en su mujer, esposa y madre de sus hijos, musa de inspiración poética y guardiana de su legado en los duros años de la clandestinidad.

El 28 de marzo de 1942 Miguel Hernández fallecía en el Reformatorio de Adultos de Alicante. Lo hacía repleto de llagas y con los ojos abiertos, se negaba a dejar de mirar, y nadie consiguió cerrárselos.

“No lo sé. Fue sin música. Tus grandes ojos azules abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante, cielo de losa oscura, masa total que lenta desciende y te aboveda, cuerpo tú solo, inmenso, único hoy en la Tierra, que contigo apretado por los soles escapa”,

Escribió Aleixandre sobre su amigo Miguel, sobre cómo lo dejaron morir incluso los que le querían.

Miguel fue un hombre valiente, pero su valentía no era locura, ni excusa de otra cosa, era la consecuencia natural de un sentido sencillo y profundo de la dignidad. Miguel no huía de nada, fue abiertamente al encuentro de la vida y encontró la muerte. Treinta y un años es una edad demasiado temprana para resignarse a morir y mucho más cuando se está enamorado y se es un vitalista empedernido como lo era él. Aun así Miguel fue capaz de escribir esos versos, de confiar en el futuro, no en su futuro personal, respecto al que no albergaba muchas esperanzas, en el futuro de otras generaciones, quizá la de su hijo, en el de la humanidad.

“Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes. Tristes. Tristes armas si no son las palabras. Tristes. Tristes. Tristes hombres si no mueren de amores. Tristes. Tristes.”


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